Me lo dijo.
- Está encaprichado contigo y cuando se le pase, te mandará a la mierda, te venderá.
- Es mi amigo... no digas eso de él, por favor.
- Y yo tu novia y jamás, jamás me crees. Nunca me haces caso, siempre me tratas como si mis opiniones no valieran.
- Sí valen, pero no estoy de acuerdo. Y aún cuando fuese como dices, tendré que verlo yo misma.
Debería haberle dicho: Odias en él, lo mismo que ves en ti. Piensas de él, lo mismo que piensas de ti. Le odias, porque te odias.
El tiempo es el mejor amigo del devenir, porque la cadencia de los seres se desarrolla en un tiempo líneal, a veces una línea que se vuelve curva, mágicamente completa, que se cierra en la figura geométrica más perfecta: la circunferencia.
Había pasado ya mucho tiempo de aquella conversación. Tanto que no la recordaba, pero tampoco la había olvidado, porque la noche pasada me desperté soñándola. La luz de la luna entraba por mi ventana. Miré el reloj y eran más de las tres de la madrugada. Me levanté y fui a servirme un vaso de agua, pero una vez en la cocina vi la botella de vino y me serví una copa. Fui al salón y me apoyé en el marco de la terraza. Todo estaba tranquilo fuera, parecía una noche tranquila de primavera.
Tuve frío, estaba descalza y sólo llevaba una camiseta y unas bragas. Subí las escaleras, dejé la copa sobre la mesa, cogí el teléfono movil. Hacía mucho tiempo que su número se había perdido entre cambios de tarjeta sim y nuevos aparatos telefónicos. No obstante, no tardé más de un minuto en recordar los números de su teléfono y ponerlos en el orden correcto. Marqué. Se descolgó el teléfono y no se oyó nada. Estaba despierta y sabía quién era.
- Tenías razón.
Hasta hace poco pensaba que los dos me habían rechazado, a su manera, en distintos puntos de esa circunferencia. Hasta que aprendí que se marcharon porque estaba a punto de descubrir su mentira. Ninguno era lo que decía. Ninguno era lo que quería ser. Ninguno se podía enfrentar a la verdad, esa verdad de la que llevaban escapando toda su vida, y que ahora, se presentaba delante de mí, como una evidencia, encerrado en su propio perímetro, allí estaba el círculo.