A veces echo de menos mi vida en la noria, que es como llamo yo a aquellos años en los que por segundos estás arriba y por segundos abajo. Los días en que verla cortaba la respiración y los besos eran de adrenalina y fresa. Las noches en las que nos separábamos sólo para poder reencontrarnos. Y sé que no es sano, ni cuerdo, ni deseable porque las drogas matan, aunque se echen de menos.
Es mejor. Levantarse sin restos de sal en la comisura de los labios, abrir los ojos sin que un temblor sacuda la máquina de latidos instantes después de que un pensamiento atraviese los dos lóbulos. Es mejor cenar viendo la televisión, fumar un cigarro al terminar mientras revisas el correo en el móvil y contestas a los whatsapp que han quedado en vilo. Abrazarse en el sofá mientras piensas lo que se te ha olvidado de la lista de la compra. Repartir fines de semana entre los suyos, los tuyos y los nuestros. Regalarse calcetines y no echar el pestillo en el baño. Es mejor no intentar adivinar qué estás pensando al otro lado de este barco.
¿Te has preguntado alguna vez si has vivido el amor de verdad? ¿Te has preguntado cuántas veces lo has dejado escapar? ¿Te has preguntado si es que no lo merecías? ¿Te has preguntado cuánto tiempo aguantarás sin preguntártelo? ¿Te has preguntado si te escribo a ti? ¿Te has preguntado si quieres que sea así?
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